lunes, 4 de diciembre de 2006

Ingenua & el Insoportable Vecino



Ese aliento acre sobre mi brazo... qué tortura. Sentía las gotas de sudor paseando lentamente por mi cuello. Sentía ese calor humano que hace tiempo deseé nunca volver a sentir en la vida. Nunca sentí tanto asco en mi vida. Asco... de Juan, nuestro vecino. Él se encontraba a mi lado, en el sillón del living, del departamento de mi hermana Patricia.
Esa tarde, calurosa como nunca antes, era lo más parecido a un infierno que yo podía imaginar. Apretaba el vaso, ya caliente por la presión, que hace dos minutos contenía agua fresca. Tal vez el nerviosismo la había evaporado.
Su mirada babosa y penetrante me atravesaba como nunca. Quería escapar. Nunca antes había estado en una situación tan incómoda. Quería levantarme y salir corriendo, no sabía adónde, pero una isla lejana llena de caníbales hambrientos me parecían en ese momento una propuesta muy tentadora.
Él sin embargo no se encontraba pegado a mí, aunque así lo sintiera. Patricia, como loca, me hacía un collar para estrenar en una noche de gala en la cual iría acompañada por el buenmozo que tenía a mi lado.
Nos habíamos conocido hace 20 años en una fiesta de uno de mis primos. Yo tenía 10 y él 15. Pensé que él era uno de los participantes en el juego de las escondidas... Pero de nuevo, estaba equivocada. Convencida, entré de golpe en el baño, y con una única reacción de sorpresa (que consistió en abrir bien los ojos y quedarme estupefacta). Cerré la puerta sin poder creer, que en este instante (o más bien los largos dos minutos que me quedé mirandolo) había conocido algo que no estaba supuesta a ver hasta que estuviera casada.

Y ese fué solo el comienzo!! Aquél fué el disparo que iniciaba una carrera de largos y horrorosos papelones llevados a cabo, accidentalmente, por ambos.

De cualquier manera, mis días de sabelotodo ya terminaron. Por suerte aprendí a no aparentar saber todo... Aunque tiendo a descifrar indicios que a veces me llevan a uno que otro problema...

Habían pasado diez minutos, pero me parecieron ser sesenta. Su mirada seguía atravesándome. Ya era insoportable. Mis pies sentían toda la presión de mi cuerpo que, desesperado por despedir calor, sudaba como loco. Mi cabello, inflado por la humedad, había sido peinado en un rodete tirante, que me resaltaba más la frente empapada. Y yo que pensé que ese era mi vestido más fresco.

- ¡Finalmente terminé!- dijo mi hermana acomodando el collar en una caja, cabizbaja- Vamos Juan. Tenemos que ir a comprar tu traje- Y subiendo la vista por primera vez en dos horas, exclamó con sorpresa- ¿Paola? ¿Hace cuánto llegaste?

Más bien ya me había ido. Silenciosa resoplé con fastidio, recostando mi cabeza hacia atrás en la cabecera del sillón. ¿Ingenua yo? Más bien estúpida. Tal vez el hecho de que nadie se fije en mí, me lleva a pensar de que el baboso de nuestro vecino, (y aparente novio de Patricia), estaba enamorado de mí.

Mi vida dá lastima... Aunque en realidad, a estas alturas del partido, siento que la temperatura me está haciendo delirar... ¡ES ESTE CALOR!

2 comentarios:

Maite dijo...

No estoy del todo satisfecha con este cuento, pero me inspiró el calor desubicado que hizo el 4 de Diciembre...
Se cortó la luz como 10 veces en el mismo día...
El calor hace delirar, gente..

Pablo dijo...

Hola me gusta mucho como escribes.