Palabras de venganza y lazos rosas

"Dicen que soy una niña.. por mi forma de proceder.
Pero lo que ellos no saben, es que me enamoré de ti..
como toda una mujer"




Una noche estrellada resguardada bajo un techo recién satinado. Una multitud. Música de fondo, que apenas escucho a pesar de que el equipo llegó al máximo del volumen. Siento que los invitados no están ahi. Los veo, sí. Pero no los miro. No me interesan.
Sin embargo, ellos sí nos miran. Me miran a mí, con la confianza a flor de piel,-cosa nueva en mi inhibida vida-, y a vos, perfecto como de costumbre. El príncipe de mis sueños, el único capaz de hacerme olvidar de todos mis problemas, con la sola acción de resguardarme bajo tus fuertes brazos.
Tus amigos se encuentran hablando con bebidas en la mano, inmóviles, con la mano libre descansando en los usuales bolsillos que ya son hogar cotidiano.
Nosotros dos estamos inmóviles, el uno frente al otro.
El único contacto mutuo es el visual. Profundo, sin embargo. Y segundos mas tarde, el de nuestras manos, que se entrelazan en perfecta simetría. Mis manos encajan perfectamente con las tuyas, como si hubieran sido hechas para estar juntas desde el primer instante.
Tus manos resguardan a las mías, como salvándolas del tumulto, y el odio allí presente.
Y allí aparece él. El otro "vos". si, vos. El día tan ansiado había llegado, al fin me presenciaba a mí misma viviéndolo. Tantos amaneceres habia esperado por este momento. Por fin... Por fin podría demostrarte que yo no sería esa chica, sola de por vida. La cual cuando se te apareciese el deseo, yo estaría libre y caería en tus brazos como todas aquellas niñas, quienes sufrieron, como tantas otras, de tu sufrido encanto. ¿Te gustaría verme, no? Esa niña de la que todos se burlaban, por ser la última en ser elegida en el juego de la botella, o por no ser elegida en lo absoluto en aquél juego cotidiano al que, supongo, llaman amor. Decime si no te gustaría. Te hiciste la idea de verme sola de por vida, ¿no? Supiste que más de una vez te miré como nunca lo hice a ningún otro hombre... Pero tu infeliz ser te cegó para ver a aquella niña que moría por ser tuya.
Ahora esos días terminaron. Ya no soy una niña... o por lo menos eso creo. Por fin había llegado el día, en el que te demostraría lo contrario.

Minutos pasaron.

Parecían eternos.

La presión era muy alta. Demasiada quizás.. y yo no podía contra ella. El odio me carcomía por dentro. No me sentía como para usar al otro príncipe cuando en realidad en ese momento, hubiera hecho lo que sea, por descargar ese sentimiento aún desconocido por una niña como yo, conservado en secreto durante ya casi un año.

Pero no me dejabas de mirar. Lo hacías a propósito. No sé que pretendías, pero estaba dando resultado. Me olvidé por completo de quien tenía en frente. Perdí la noción del tiempo, me transporté a un lugar donde no escuchaba música, no veía gente... Pero en una milésima, todo se aclaró. Me di cuenta de que era muy evidente, así que crucé la multitud ante tu odiosa mirada, y me encerré en el cuarto, prohibido del palacio, lamentándome por haber desperdiciado aquél instante para levantarme de la miseria, y haber escapado de los dragones y los ogros.
La noche ha terminado para mi. Ahora aprendí que no axisten las historias de hadas, ni princesas. Menos los príncipes...

Qué inutil.