martes, 8 de julio de 2008
Agua mineral
Todas las mesas repletas. Un ambiente íntimo, con luces que, aunque tenues, encandilaban los ojos de Ana.
El último par de semanas y media habían sido un solo remolino de confusiones. Sentía que sabía como estaban las cosas, pero al mismo tiempo no estaba del todo segura. Tenía la sensación de que algo no estaba en el lugar donde había estado en los meses anteriores.
Quizás la escasez de llamadas, de palabras, de atención. ¿Qué había pasado con el cariño de tiempos no tan pasados?
Sin embargo, como inconsciente negación estaba convencida de que lo que ella pensaba que no era más que el fruto de su angustia, era la absoluta realidad.
Sin embargo no había mucho más lugar que recorrer. No le bastó mucho para ubicar, sentado en la barra de tragos, a la única persona que ansiaba ver. A la única persona sin acompañante, o por lo menos aquella noche.
-Pablo!
-Ana..!
-Tanto tiempo, ¿no?- Dijo Ana, jugando. Riendo, se aclaró- No te preocupes, yo sé que andas con los parciales. Vos estudia, no te preocupes por mí. En serio. Esa es una de las cosas que mas me gusta de vos, ¿sabes? El que seas tan responsable...- Dijo, dándose vuelta para pedirle al barman un vaso de agua mineral con gas.
Cuando se volvió, se encontró con Pablo mirando sus manos, las que se movían algo nerviosamente, como quien no sabe qué decir o cómo.
-¿Te pasa algo?- Le preguntó entonces.
-No...- Le respondió Pablo, y volviendo a mirarla, se corrigió- Bah, si... O sea... Es complicado...
Así en media hora, entre balbuceos y hesitaciones, Pablo lanzó sus pensamientos. Sus sentimientos. Sus verdades.
No se trataba de parciales, o de poco tiempo. El tiempo estaba, y él lo tenía, pero no para ella. El amor se fue más rápido que las hojas en otoño, y era demasiado tarde para recogerlas.
Sin decir una palabra, Ana se levantó de su asiento, y sin siquiera mirarlo, se dirigió hacia la puerta para perderse por las calles mojadas y destempladas de Corrientes.
El barman apoyó sobre la barra el vaso de agua mineral. Pablo se quedó observándolo... Como las burbujas subían, y desaparecían. Algo así como la lágrima escurridiza que alcanzó a divisar en el rostro de Ana, antes que ella también desapareciera esa noche.
La soledad penetraba por los poros. No había nadie por la calle. El viento, las gotas heladas, nada importaba. La verdad a veces duele más que las punzadas del frío más helado.
Y así es como la sentía ella.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
7 comentarios:
Qué hermoso relato... triste y sombrío...
Yo conozco Corrientes, me imagino caminar bajo la lluvia por esas calles y llorando...
buuu
Abrazos!
¡Cómo duele el desamor! Sientes un vacío tan grande, como si el mundo se acabara, ya nada importa... Pero sigues, avanzas, el tiempo cicatriza; a veces hasta puedes llegar a olvidar. Y llega otro amor, el de verdad...
Muy bonito tu relato.
Hola!!! Me llamo Maite Espondaburu...cacho de nombre! jajaja, y vivo en La Plata.
No conozco corrientes...cómo conoces a Mada????
ese frío me ha helado a mí tb...pobrecita...
pero la verdad siempre es lo menos doloroso
un beso, maite
Duele la forma con que describes ese momento tan indeseable.
Apena sentirse ella. Inquieta sentirse él.
Muy bueno, Maite.
Espero verte más a menudo, me llevo un link de desde aquí.
Antes que nada, aclaro que yo no soy ese Pablo jajaja.
Hablando en serio: a veces la verdad es dolorosa, pero, a corto o a largo plazo, deviene en algo positivo en cuanto que implica dejar de lado una mentira o, peor aún, una farsa, una máscara...
Con respecto al escrito que leíste, te digo que es ficción... Sin embargo, también te digo que la ficción y la realidad a veces van de la mano (si no siempre).
Saludos desde Buenos Aires,
Pablo
Hola Mayte, me alegro que te hayan llegado mis micropoemas, sólo por eso merece la pena escribir, además de por satisfacción personal, jejeje.
Tu relato también me ha llegado, aunque sinceramente he intentado no meterme mucho en la historia, pues soy muy empática, y me dolería demasiado... Es muy cruda, y realista. Y estoy contigo, en que la verdad a veces duele, pero soy de las que prefiere una verdad dolorosa a una mentira piadosa.
Hay un después pasados los momentos de dolor, y eso es lo que tiene de bueno saber la verdad, que puedes zanjar historias pasadas, y mirar hacia delante.
Un enorme abrazo!!!
Publicar un comentario